Con olor a santidad y café.

La tradición popular en el mundo católico, refiere que al momento de morir algunos siervos de Dios, exhalan deliciosos olores a flores, hierbas o especias. Este fenómeno místico, también conocido como “olor a santidad”, parece percibirse por estos días en tierra colombiana. No exactamente por la muerte reciente de algún virtuoso del espíritu, sino por la elevación a los altares del nombre de una figura emblemática de la tierra cafetera del suroeste antioqueño. Al despuntar el año 2013, la exuberante florescencia de los cultivos de café impregnada con celestial aroma, pareciera haber anunciado no sólo la abundante cosecha, sino también las buenas nuevas al mundo católico. 

Por fin, de un ramillete de diez beatos nacidos en Colombia, se canonizara la primera santa, la fundadora de la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, la Madre Laura Montoya Upegui, de Jericó. Poco a poco se conocerá la admirable historia de esta mujer excepcional, pionera en reivindicar los derechos de la mujer, entre ellos el derecho a la educación, por la que trabajó gran parte de su vida, formando jóvenes en Amalfi, Fredonia, Santo Domingo, Medellín, La Ceja y Marinilla

Esta declaración solemne de santidad de una mujer colombiana evoca, además del “olor a santidad”, el aroma de la tierra del café, porque los suroestanos, los hombres y mujeres de Jericó, Amagá, Andes, Angelópolis, Betania, Betulia, Caramanta, Ciudad Bolívar, Concordia, Fredonia, Hispania, Jardín, La Pintada, Montebello, Pueblorrico, Támesis, Tarso, Salgar, Santa Bárbara, Titiribí, Urrao, Valparaíso y Venecia, saben que una de los suyos desde hoy ocupará un lugar de honor como intercesora en el santoral de la Iglesia Católica.

La Madre Laura rompió los esquemas de su época para dedicar su vida al servicio de los demás. Su apostolado misionero, la llevó en mula por las tierras inhóspitas de Dabeiba, donde se dedicó con amor a trabajar con los indígenas Emberá Chamí, “…hizo que nos reconocieran como personas” se les oye decir, cuando los Emberá expresan sus sentimientos de gratitud y se refieren al espíritu ecologista e indigenista de la Madre Laura, a la forma como los integró y se integró a ellos, ya que no sólo les comunicó el evangelio, sino que los defendió con valentía de los atropellos.

En la Diócesis de Jericó, en el suroeste antioqueño, se espera además, que la cosecha de santos se prolongue, pues otros dos de beatos colombianos provienen de esta región: de Jardín, el beatificado por Juan Pablo II, el 25 de octubre de 1992, uno de los “siete hermanos colombianos”, el sacerdote de la Orden de San Juan de Dios, Juan Bautista Velásquez Peláez; y de Tarso, cuya ceremonia de beatificación está pendiente, el seminarista claretiano, Jesús Aníbal Gómez Gómez; dos jóvenes mártires, que perdieron su vida en España en la tercera década del siglo XX durante la cual se desarrolló una cruenta persecución contra los católicos.

Sublime coincidencia, hoy celebramos el día de la madre en Colombia con la canonización de una Madre. La Madre espiritual de millones de católicos, Santa Laura de Jericó. En el suroeste antioqueño sonarán campanas, palmas y aleluyas, anunciando la alegría y orgullo que produce entre los cafeteros el saber que desde el cielo una gran mujer será desde ahora intercesora de millones de solicitudes de milagros individuales que le pedirán sus devotos y la esperanza colectiva del milagro cafetero, no de que llueva café en el campo, sino de que alcance mayor producción y mejor precio el grano que goza del prestigio de tener el mejor sabor y aroma del mundo, desde hoy además, con aroma celestial, con olor de santidad.

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http://eugenioprietosoto.wordpress.com/2013/05/12/con-olor-a-santidad-y-cafe-2/

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